LA VANGUARDIA (30-8-1952)
La personalidad de Lola Flores, llena por entero esta producción de Suevia Films estrenada anoche en el Tivoli y, con todo, los realizadores de «Estrella de Sierra Morena» han tenido el talento de huir del divismo y de la entronización de una figura centraly han procurado, por el contrario, que la cinta fuese estimable por todos conceptos. En mayor o menor grado, no hay aspecto de esta predilección que no merezca elogio. Es digno de él la fotografia en cinefotocolor que, si bien adolece de las desigualdades cromáticas que siguen peijudicando a este sistema, tiene momentos muy afortunados. Lo es igualmente la interpretación, sostenida a lo largo de una línea correcta y discretamente matizada. Dentro de ella, aparte de la figura de Lola Flores, que merece comentario especial, es de destacar la labor irreprochable del gran actor que es Fernando Fernández de Córdoba, quien ha compuesto con su personificación del Corregidor, uno de los tipos más logrados de su brillante ejecutoria artística. Manolo Moran, continuando su especialización en graciosos tipos del pueblo, consigue un apreciable éxito cómico en la interpretación de uno de los bandoleros de la Sierra. Y José Nieto presta a la del bandido Juan María—noble de sentimientos y admirado por el pueblo, según impone el clisé ya fijado para tales personajes —empaque y prestancia encomiable. La labor del galán mejicano Rubén Rojo no nos parece, en cambio, estar a la altura del renombre de que ha sido rodeado y se nos antoja adolecer de frialdad y rigidez poco acordes con la tónica de vivacidad que inspira a la película. Y esta tónica, sabiendo que en ella toma parte, Lola Flores, ya se puede suponer de qué manantial procede. La celebrada artista folklórica ha dado en «Estrella de Sierra Morena» una lección de veracidad cinematográfica que muchas figuras más veteranas que ella en el arte fílmico. Lola Flores se prodiga y se derrama con todo su prodigioso temperamento acreditado tanto en las escenas de cante y baile como en las fogosas y chispeantes situaciones que el guión le atribuye, y logra así, a los pocos metros de película. Encender y poner en suspenso la atención del público. Es, esa suma, de mérito de la dirección de Ramón Torrado y del guión que sostenga la acción y estimule el interés del espectador, a pesar de que el argumento sea un tanto elemental e ingenuo. Quizá constituya el mejor elogio da la película, es suponer, como lo hacemos que complacerá incluso a las personas poco aficionada» al género. — P. VOLIES.
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