domingo, 23 de agosto de 2015

ESE OSCURO OBJETO DEL DESEO (1978)


Día de estreno (6-3-1978) Día critica (9-3-1978)

Esta película tal vez no sea la mejor de Buñuel (muchos creen que sí) pero sin disputa sí es la más original, la más intrigante, la que atrae el interés del espectador más vivamente. Y es también, a nuestro juicio, la más divertida, la más fosforescente. En ella Buñuel se muestra más travieso que en sus últimos filmes, casi con un afán juvenil de bromear y divertirnos, como siguiendo las tapas de un juego picaresco y sutil. Algo así como una sátira que fuese también a la vez, un análisis psíquico, pero sin tomarlo nunca demasiado en serio. Cada vez más agudamente crítico a medida que pasan los años, Buñuel nos sorprende y admira con este filme gracioso, erótico, desconcertante y alegre. La historia no es muy complicada pero es de las que mantienen el interés sin desmayar nunca. Por otra parte, Buñuel nos la relata de un modo sumamente ameno. A lo largo de un viaje de Sevilla a París, con etapa previa en Madrid, el protagonista, Mateo Favart, un francés de edad madura, rico y epicúreo, les cuenta su gran peripecia existencial a sus compañeros de viaje, un pequeño grupo de compatriotas suyos. Y la historia se va desenvolviendo paso a paso ante nuestros ojos con una meridiana claridad. Un relato sólido bien trenzado, emotivo a veces, regocijante, otras... Este señor francés se enamora de una joven española que vive en París desde hace unos años. Esta ha entrado a servir en la casa del opulento y sibarita ciudadano, porque, en realidad no sabe hacer nada. Ni coser, ni cocinar ni planchar... Sólo «servir» ¿Pero para qué? El maduro señor piensa lo que cualquiera pensaría en su caso. Y la desea. Y quiere conquistarla, poseerla... Pero la muchachita española se le escapa, le huye... Y al propio tiempo lo atrae y encandila. Promete mucho y no da nunca nada. Incluso cuando llegan a acostarse en la misma cama le impide la consumación total de su anhelo carnal. Para seguir alegremente este juego, hay que admitir que una mujer pueda llegar hasta ese punto, y un varón —un sesudo y maduro varón— también. Es raro y difícil, pero en el gran muestrario de las pasiones eróticas, no hay nada imposible. Juego que se alargaría hasta el infinito si la bomba de un terrorista, en París, no acabase con todo. Buñuel, que es también él autor del guión, ha procurado que entre la historia escrita y la que recogen las imágenes haya una completa y asombrosa armonía, y que la ironía la haya fertilizado en la proporción justa. Una ironía sutil, sonriente, que sólo se hace áspera y sarcástica, transitoriamente, cuando pretende poner en ridículo a la educación tradicional a través de la madre de la guapa muchacha que desea, una mujer española entregada a una beatería fuera de época. La cinta está inspirada en la famosa novela de Pierre Louys «La femme et le pantin», de la que ya Duvivier hizo una brillante versión con Brigitte Bárdot como protagonista. La intención de Pierre Louys, como ha expresado muy claramente Buñuel, es demostrar como una muchacha de clase humilde, pero con un vivo encanto sensual, puede convertir en un pelele a un hombre rico, miembro de la «élite» social. También Buñuel ha dirigido a los actores y actrices con su habitual rigor. No hay ademán ni gesto que no, baya encajado como en un gran mosaico. Nada falta ni sobra. Una rara particularidad de la interpretación es que la figura de la joven protagonista femenina está interpretada por dos actrices: Angela Molina y Carole Bouquet. Ambas se caracterizan para ser una sola, y en ocasiones dan, en efecto, una imagen sumamente igual, pero naturalmente no siempre. Es un rasgo nuevo original y extraño, que no sabemos realmente a qué secreto propósito de Buñuel responde. La gran figura del filme es, como ya lo fuera, por ejemplo, en, «Tristana», también de Buñuel, Fernando Rey. Un trabajo arduo, constante, lleno de crispaciones, en el que el gran talento de este excepcional actor español resplandece con mágicos fulgores. — A. MARTÍNEZ TOMAS.




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