lunes, 8 de agosto de 2011

LA LEY DEL DESEO (1987)


LA VANGUARDIA (14-2-1987) 
Desde el primer fotograma de su última película, "La ley del deseo", Pedro Almodóvar nos coloca en una espacio de representación claro. No hay engaños. Estamos en el cine y vemos una interpretación. Una interpretación sin complejos en la que se mezclan Narciso, el amor y el doble. Doble de la imagen en el espejo, doble de las voces de los dobladores. A partir de este prólogo, todo lo que vamos a ver adquiere una dimensión de "relato". Y este relato es una historia de amor. Almodóvar, por primera vez —tras la transición de "Matador"—, se atreve con un universo masculino. Todos sus personajes son hombres —incluida la única mujer que aparece, una excelente Carmen Maura, la actriz más camaleónica de nuestras pantallas—. Estos hombres, que viven una cadena de deseos insatisfechos, porque ya se sabe que "uno desea a quien no le desea", componen un triángulo de cuatro vértices: Pablo (Eusebio Poncela), Juan (Miguel Molina) y Antonio (Antonio Banderas), se buscan, se dejan, se hacen daño en un auténtico melodrama de pérdidas; yen medio Tina —Carmen Maura— ambigua y fuerte, llena de debilidades y presencia física. En "La ley del deseo", Almodóvar ha repartido su propia representación entre los dos hermanos. Como el Narciso del prólogo reflejado en el espejo, él está un poco en cada hermano —Pablo y Tina—: Pablo, director de cine, famoso, triunfador y solitario, dominado por su amor a Juan ya la vez objeto de deseo de Antonio; Tina, una actriz desaprovechada que encuentra en su hermano la posibilidad de realizarse personal y profesionalmente, superando un pasado lleno de turbulencias incestuosas. Pero estos elementos no serían suficientes para hacer una película de Almodóvar. Para que "La ley del deseo" sea, ante todo, "un Almodóvar", hay que tener en cuenta todo el entorno del filme. Las obsesiones del director están presentes desde el principio: la religión, tomada con respeto pero con distancia; la familia; la máquina de escribir, que de aijada pasa a convertirse en la peor enemiga, la niña, puente de enlace con el futuro, y el humor, porque también hay mucho humor en esta historia de amor. "La ley del deseo" es, hasta ahora, la más redonda de las películas de Almodóvar, aquella en la que se puede decir que no falta nada, y que sobra muy poco. Es también la más hermosa, puesto que aquí Almodóvar no abuse de la estética, sino que la utiliza en su propio beneficio. Y es, también, la mejor acabada, cosa que debe atribuirse, en parte, a la excelente entente que parece existir entre el director y su director de fotografía, Ángel L. Fernández, que ha hecho con él todas sus películas, desde "Laberinto de pasiones". NURIA VIDAL. 







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