LA VANGUARDIA (9-4-1950)
En el empeño de franca superación que vive el cinema nacional y que ya ha dado tan magníficos resultados, esta película representa uno de sus más ,considerables esfuerzos, acaso e 1 más importante que se ha realizado hasta la fecha. Salvo en contadas ocasiones, se reprochado a la producción cinematográfica española la falta de medios materiales con que daba forma a temas que, por tal causa, quedaban frustrados; pues bien, tal reparo no se podrá oponer más si el ejemplo de «Pequeñeces» se sigue. «Pequeñeces» es la película más lujosa que hasta hoy ha salido de nuestros estudios. Hay en ella cuanto en ese sentido puede apetecerse y por una vez, bien puede decirse que una obra literaria—en este caso la novela del padre Colonia, tan aleccionadora, tan cargada de significaciones y de enseñanzas morales y humanas — no ha perdido calidad al ser vertida a la pantalla. La adaptación del original resulta en todo momento cuidadísima y se ha procurado seguir la línea fundamental del asunto en que perdieran vigor sus situaciones mas decisivas y sin que ni uno sólo de los personajes quedara desdibujado o vacío de 1 a intención que en su pintura puso el autor. Así resulta que «Pequeñeces» sorprende por la fidelidad con que refleja ambientes y psicologías, por la minuciosidad con que se ha cuidado la efectividad y la convicción de todos los detalles, hasta los que en apariencia pueden considerarse triviales. Solo de esta manera era posible que la sátira y di drama tuvieran las proporciones debidas, aquellas que los hacen llegar al público con el más alto grado de emotividad e interés. Aparte los méritos ya consignados, en que buena parte cabe atribuir a Juan de Orduña es preciso consignar que el agradable resultado se ha obtenido también gracias a la interpretación que retiene los nombres más prestigiosos de nuestro cine, Al frente de ellos, Aurora Bautista, la gran triunfadora de «Locura de amor», que reitera en «Pequeñeces» su excepcional capacidad expresiva, de tan alto linaje teatral: a su lado Jorge Mistral en la mejor — por sobria y matizada — creación de su carrera; y Fernando Fernández de Córdoba en un «Diógenes» perfectamente visto: y Jesús Tordesillas y Lina Yegros, y Carlitos Larrañaga — excelente promesa de buen actor—y Sara Montiel y, en fin, todos los actores y actrices que componen el reparto y que logran sumar un valor más y de bien elevado signo, a los que la película tiene par su magnificencia en decorados y atavíos, todos ellos deslumbradores; por su tema y por su nobilísima finalidad que no se aparta ni un ápice de la que el insigne jesuita padre Colonia dio a su novela H. SÁENZ GUERRERO
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