Día
de estreno (20-10-1978) Día critica (25-10-1978)
Eloy
de la Iglesia nos hablaba hace unos días de su atracción por los
temas en que intervenían marginados sociales. En «El diputado» ha
buscado en la realidad más inmediata un modo de unir su preocupación
como autor a la necesidad de encontrar un público seguro. Basta la
elección de los principales intérpretes, María Luisa San José,
José Sacristán y el joven José Luis Alonso, figuras aceptadas por
el espectador y por la crítica. No hay duda de que José Sacristán
se halla en la cresta de la ola de la actualidad cinematográfica de
nuestro país como lo paterniza el hecho de que su nombre se halle
unido a las películas de más rendimiento, y al mismo tiempo que
haya recibido un premio en el último Festival de San Sebastián. Lo
mismo puede decirse de la temática. Su presentación de la
homosexualidad en «Los placeres ocultos» fue también enormemente
rentable. O sea que en este caso parece que va por buen camino en
cuanto a la aceptación del público. Respetando todos los móviles
culturales e intelectuales de un autor de cine, está claro que cada
vez los riesgos económicos pueden ser más catastróficos y que la
comercialidad cuenta bastante en la trayectoria de un realizador. En
«El diputado» se presenta el problema de un político español de
la actualidad —todo parecido una coincidencia, según dice al
comienzo da la película— que no puede asumir su carácter de
homosexual sin renunciar a su porvenir político. Es decir, la
derecha —puesto que se trata de un representante de un sector de la
izquierda— aprovecha su homosexualidad para darle un golpe certero
que puede apartarle de su carrera. Y como la cinta está realizada
con todo realismo —incluso con connotaciones políticas reales a
nivel de crónica en la época, Arias, con Bardem en la cárcel
haciendo de Bardem— es de suponer que el diputado izquierdista
difícilmente puede conservar su puesto después de que los
acontecimientos se hallan desarrollado como los guionistas lo han
previsto. La película, explicada en el tono apasionado que es caro
al director —y que tiene muchos adeptos entre los cuales me cuento—
no repara en datos para que podamos extraer las consecuencias que
Eloy desea: En el contexto de las libertades del hombre, la libertad
sexual no cuenta para los políticos de hoy. No en vano De la Iglesia
es un cineasta que ha puesto una de las primeras piedras en la
defensa dé la libertad sexual como uno de los derechos de la
ciudadanía. — Ángeles MASO.
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