domingo, 23 de agosto de 2015

LA GRAN FAMILIA (1963)

 

Día de estreno (8-2-1963) Día critica (10-2-1963)

Dieciocho personas integran esta «gran familia» que da el nombre a, la película. Su vida diaria, pulsada a través de circunstancias y acontecimientos diversos, es narrada con una ágil conjunción de aciertos cinematográficos entre los que prevalecen el interés y la variedad expuestos con llaneza, exenta de complicaciones psicológicas. Se trata en suma de una película optimista, amable, en la qué el humor y el ingenio se manifiestan de continuo con esta facilidad tan difícil que caracteriza un relato de calidad. En la cinta no se abrigan propósitos trascendentes. Afortunadamente esta tentación ha sido orillada con decisión por los guionistas Rafael L. Salvia, Pedro Masó y Antonio Vich. Se ha buscado relatar las peripecias de una familia supernumerosa pero sin cargar las tintas en lo dramático ni tampoco en lo caricaturesco. Toda la narración respira un ambiente de fresca espontaneidad en el, que la nota sentimental se deduce siempre de la elocuencia de la imagen y raramente del diálogo, que discurre alegre, muy medido, conscientemente constreñido a una inteligente función secundaria o dé complemento. Ello no priva para que, a su debido tiempo, pues la historia no busca la sorpresa, ocurra el drama pero éste será inteligentemente encauzado. Constituirá un breve paréntesis que a la postre reafirmará la tesis, si es qué la hay, optimista y alegre de la cinta. Fernando Palacios ha tenido a su disposición un, excelente material para el rodaje. El guión, tan delicadamente matizado, le ofrecía una oportunidad de lucimiento que él ha sabido aprovechar plenamente. Bajo su dirección, la película mantiene, sin aparente esfuerzo, un interés creciente; conmueve y atrae al espectador más remiso que, si bien se da cuenta de que nada trascendental se dirime en la pantalla, no puede sustraerse a la delicia de esta bocanada de aire fresco que es la producción desde el principio al fin. La cámara de Juan Mariné, se muestra diestra en captar situaciones dotadas de singular atractivo y lo hace con un perfecto dominio de recursos técnicos pero sin efectivos. El operador sigue, plenamente identificado con el espíritu de «La gran familia», un estilo natural cuyos valores se notan también en un montaje en que la síntesis no alejan nunca lo esquemático, pero huye igualmente de toda idea de premiosidad. Un trasfondo de suave ironía, sin mordiente, resta a la producción este ambiente de ternura acaramelada tan frecuenta en los films blancos como el que nos ocupa. También contribuye a estos resultados una ligera tendencia a caricaturizar a los personajes pero sin que llegue nunca a restarles este leve soplo de humanidad que los anima. La música, de Adolfo Waitzman, sigue con plena identificación esta línea ambiental. La interpretación es óptima. Alberto Glosas en la plena madurez de sus facultades desempeña su papel con naturalidad rica en matices siempre adecuados a las situaciones. Amparo Soler Leal se manifiesta una vez más como la actriz dotada de finísima sensibilidad que todos admiramos. José Isbert, completa con mucha gracia un cuadro «familiar», inefable. José Luis López Vázquez es el actor dotado de una feliz comicidad de buena ley que aquí se nos semeja aún más afortunada que en otras ocasiones, porque su papel está trazado con mayor acierto. Destaquemos finalmente la convincente participación de todos los demás intérpretes, incluyendo los niños pletórica de aciertos que constituye una de las tareas más admirables del director. — J. PEDRET MUNTAÑOLA.



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