domingo, 23 de agosto de 2015

MAMÁ CUMPLE 100 AÑOS (1979)

 

    Día de estreno (17-9-1979) Día critica (20-9-1979)
    Saura da un giro y abandona el círculo del hermetismo donde se había encerrado en sus últimas películas. Emplea incluso el humor para describir la evolución de una familia que ya nos había presentado en Ana y los lobos. Una docena de películas le acreditan como el realizador más importante de nuestro cine. Después de una cinta que suponía una culminación y en cierto sentido, un muro para el poder creativo del director, Los ojos vendados, Saura enlaza directamente con un cuadro de costumbres oreado en 1973. Los personajes de Ana y los lobos, excepto José —que interpretaba José María Prada— han evolucionado con el tiempo. Presentan una nueva faz. Se introduce en el filme otro elemento innovador: las niñas de ayer sor mujercitas capaces de vivir para el placer y el egoísmo. El erotismo juvenil y el humor se añaden a las constantes del anterior filme de Saura: premonición, tremendismo, contraste entre la ambición de los mayores y la inocencia infantil, juegos de símbolos. En siete años, la madre de familia, la autoridad hecha humanidad ha llegado a cien. Es de nuevo Rafaela Aparicio, convertida aquí en un personaje síntesis de una época, de unos sentimientos familiares alrededor de los cuales giran el resto de los personajes que repiten posturas, obsesiones, manías. Si la época pasada obligó a Saura e recurrir al símbolo, hoy la mezcla simbolo-realidad ya no parece necesaria. Saura la sigue cultivando, en Mama cumple cien años, a pesar de que el recorrido fílmico se realiza de un modo más directo que en Ana y los lobos, y también menos esquemático. El personaje simbólico es lo que menos me interesa en asta película. Lo que me ha parecido más interesante es el deseo de captar una evolución y si bien la crítica en torno a la familia está llena dé lugares comunes, aprecio el logro en la descripción de dos realidades enfrentadas, el interior del hogar y el exterior con el personaje de Ana (Geraldine) como hilo conductor. Una Geraldine que gana puntos si la comparamos al personaje vivido en Ana y los lobos. Más tierna, más humana, menos fría, más natural. Pero el relato tiene un eje: y es la figura de Rafaela Aparicio, la madre, la gran clueca capaz de servir de regazo a la familia entera, perspicaz resignada a su invalidez, con el recuerdo constante del hijo muerto. José (José M. Prada) tiene incluso un puesto en la mesa, con cubierto y retrato. Vemos, como nueva intérprete en Saura a Amparo Muñoz y a Norman Brisky en el papel del esposo de Ana. La vedette es la Aparicio; Rafaela lleva a cabo un importante trabajo. Es una gran profesional y esto se refleja en su destacada participación dentro del reparto de Mamá cumple cien años. Alrededor del cumpleaños de la madre, una serie de egoísmos se reúnen. Los personajes que llegan del exterior son los más puros. El resto ya lo hemos visto, el visionario, el mujeriego, la frígida, las niñas eróticas. Los restos del pasado con pincelada de humor y el deseo por parte de Saura, de abrir brecha con un esteticismo de categoría, un gran cuidado de la imagen en inherente buen gusto. Es decir, un filme correcto. En San Sebastián, incluso antes de que se proyectarse, cantaban premios para la nueva obra de Carlos Saura. — Angeles MASÓ.


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