Día
de estreno (17-9-1976) Día critica (18-9-1976)
Canciones
para después de una guerra, ha estado cinco años prohibido.
Inicialmente autorizado para todos los públicos, y declarado de
interés especial —un estímulo pare el productor y un aliciente
para el exhibidor— su porvenir era altamente risueño, respaldado
por la muy favorable opinión da algunas de las más altas instancias
políticas del país. Empero surgió un escollo imprevisto e
insalvable: el almirante Carrero Blanco lo prohibió. Fue necesario
que se sucedieran tres presidentes de gobierno y seis ministros de
Información y Turismo para que el documenta obtuviera la luz verde.
¿Cuáles fueron las causas de su prohibición y posterior
hibernación? Sinceramente las ignoramos. El documental no contiene
una sola imagen, ni una sola palabra objetables. Cuanto en él se ve
y se dice, se vio y se dijo oficialmente en España de los años 1939
a 1955. Sin embargo, cabe una hipótesis: que cuanto era válido,
propagandístico o encomiable en ese período, no lo fuese tanto —por
inperativos de política pragmática— quince años después. Esta
posible sutileza merma algo el impacto del documental, ya que media
lo suyo entre visionario hoy, o cinco años atrás. Basilio M. Patino
tardó un año en montar. Canciones para después de una guerra.
Trabajó con No-Do (s), imágenes, películas españolas de aquellos
años, anuncios, información escrita y gráfica, tebeos. Y, como
banda sonora, canciones. Fue la suya una labor improba por la ingente
cantidad de materiales que tuvo a su alcance; materiales que hubo de
seleccionar y darles coherencia. Además, Patino quiso dejar su
impronta de artista, recurriendo a todas las técnicas
cinematográficas viables: foto fija; fijación de imagen,
relantizaciones y el zoom. Las canciones escogidas son el lenguaje. A
falta de diálogos —el documental más directo y honesto puede
manipularse a voluntad con la ayuda de unos diálogos o una voz en
off—, Patino se vale de tonadillas que hicieron furor en su tiempo
y se recuerdan todavía. Son letras de algún modo relacionadas con
las imágenes, en solapado contraste, a modo de evasión o como
nítido reflejo. Este es, a nuestro juicio, el aspecto más incisivo
en Canciones para después de una guerra. El documental consta de dos
partes bien diferenciadas. La primera corresponde a los años de
nuestra inmediata posguerra. Las relaciones con el eje; el hambre; la
miseria y las privaciones; el miedo y la crispación reflejados en
rostros anónimos, se entrelazan con el triunfalismo y la autarquia;
con el orgullo y la satisfacción de los menos. Este magma es, con
mucho, lo mejor, lo más humano y conmovedor del documental. La
continuación decae considerablemente. Patino no acierta en la
selección de los materiales, reiterando conceptos —le hubiese
bastado, por ejemplo, un par de secuencias para decirnos algo de
todos sabido: el cine «histórico» de Juan de Orduña fue un
monumental bodrio—. Para entendernos: falta mucho de lo que FUE. y
sobra mucho de Jo que ESTA. En toda creación invertebrada —un
largometraje hecho de documentales lo es por esencia— subyace
siempre el peligro de extenderse más de lo debido, debilitándose la
fuerza del testimonio irrefutable. Empero ello no es óbice para que
Canciones para después de una guerra, valga como cita histórica
para reflexionar serenamente. --- Alberto ARMENGOL.
No hay comentarios:
Publicar un comentario