domingo, 23 de agosto de 2015

Las largas vacaciones del 36 (1976)

Día de estreno (28-7-1976) Día critica (1-8-1976)

Esta película ha tenido según se nos dice, serias dificultades para pasar las barreras de la censura. Esta circunstancia le ha dado un marcado relieve popular, aun antes de haber sido estrenada y visionada ahora en un clima de expectación templada, nos parece increíble que tales dificultades existiesen. Porque la película ha sido realizada con moderación un claro sentido reflexivo y un sano equilibrio. El tema, naturalmente neurálgico. Es de les materias en las que todavía se hacen sentir las desazones, pero queda muy en el transfondo, muy en función de un escenario pasivo más que activo. Se trata de la guerra civil, nada menos. Pero más que propiamente la guerra civil son sus reflejos, sus consecuencias indirectas, pero vigorosas, lo que vernos pasar por la pantalla. No hay luchas, ni asesinatos, ni bombardeos, aunque se habla de ellos. Y el aparato militar se reduce a un melancólico desfile de fugitivos hacia la frontera en los últimos días. La película comienza el día 19 de julio de 1936, cuando se desencadena la guerra civil. Varias familias burguesas, habitualmente residentes en Barcelona, se encuentran pasando sus vacaciones en una pequeña población catalana. Se trata de una burguesía de tipo medio, profesionales comerciantes, modestos dentistas. Al principio se piensa que toda va a ser como una tempestad violenta pero pasajera. Rápidamente sin embargo, ante el giro que torna las cosas, se resuelven todos a continuar en la pequeña población veraniega, hasta que pase todo, y transcurren dos años y medio. Durante este tiempo se pasan angustias y fatigas, se reciben noticias de familiares que han muerto en el frente, se encuentra un día a un vecino asesinado en el cementerio, se lucha en los últimos meses, desesperadamente por los comestibles indispensables para sobrevivir. El hambre hace ya estragos. Quienes lo pasan mejor, en su alegre inconsciencia, son los niños, para quienes la estancia en el pequeño pueblo es como una prolongación inesperada de sus vacaciones. Alguno, en este tiempo, ha sobrepasado ya la adolescencia, y se marcha a los 17 años al frente, en donde muere. La mayor parte de estos exiliados de la ciudad —algunos de los cuales van, como y cuando pueden a ella para abrir sus tiendas y vigilar sus intereses— parecen estar más o menos de acuerdo con la situación vigente en la zona republicana. Pero no falta tampoco el faccioso, el fascista, que augure a los amigos que lo dan albergue, que pronto las tropas nacionales acabarán con toda resistencia, y Mola se paseará por Barcelona. Las largas vacaciones del 36, es un filme testimonio muy bien ambientado, realizado con gran agilidad, que abarca con una clara intuición de la síntesis, un período de dos años y medio, pero tiene, a nuestro juicio, el defecto de su objetividad un tanto fría, un tanto insabora. Los personajes nunca llegan a ser las figuras apasionadas o angustiadas que les empujaba a ser la excepcional situación histórica por la que atravesaban, y de la que eran también, quiérase o no, participantes. Nadie era entonces indiferente ni neutral. Había, eso sí, algunos expectantes con un fuerte sentido utilitario, esperando ver de qué lado caía la pelota. Por otra parte, la multiplicidad de los tipos que intervienen más o menos activamente, en la trama, desde el joven médico que prefiere abstenerse y continuar sus experiencias de laboratorio, antes que prestar sus servicios a la causa en litigio, hasta el maestro, que asume la función de continuar educando a los niños, que vagan alegremente sin escuela, el muestrario de personajes es muy variado. Pero ninguno adquiere la densidad dramática que pueda compararse a la circunstancia histórica que vive, ni expresa una pasión correlativa a la violencia del enfrentamiento en que está enzarzada la España dividida. Estas causas son las que determinan que ningún personaje, no obstante la calidad de los intérpretes consiga destacar sobre los otros de un modo relevante. Todos están bien. Muy bien. Simplemente.— A. MARTINEZ TOMAS



 

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