domingo, 23 de agosto de 2015

LA VENGANZA (1959)

 

Día de estreno (4-3-1959) Día critica (6-3-1959)

Tenemos que agradecer a José Antonio Bardem la preocupación que le lleva a inspirar su cine en temas genuinamente nacionales, su afán desvelado y constante de superación y el interés que presta a lo hondo, a lo íntimo y entrañable de los temas. Cada vez que realiza una película lo hace con la intención de decir algo nuevo, de transmitirnos lo que, con léxico algo pedantesco, se llama ahora un «mensaje». Estos altos propósitos le han movido también al escribir el guión de «La venganza», el film estrenado en el cine Coliseum, y cuya realización debemos al mismo Bardem. Bajo la apariencia de un drama rural —un drama cuyo «asunto» no es ciertamente original ni demasiado interesante— Bardem ha trazado un gran fresco, un colosal cuadro de la vida aldeana de Castilla en la temporada caliginosa y agobiante de la siega. El drama da Juan Díaz, el hombre que vuelve de presidio donde cumplió una condena de diez años por un crimen que no cometió, no es más que el pretexto que ha tomado Bardem para contarnos la vida de los segadores que van desde otras tierras a la abrasada meseta; en busca de un jornal. Tal vez en este momento las cosas ya no son tan angustiosas ni tan trágicas. Tal vez no lo fueron nunca, Bardem se ha complacido al ir acumulando desdichas al paso de la cuadrilla de segadores andaluces, navegantes en el mar rubio de la planicie tórrida, con una deleitación morbosa que escapa a lo real. Son demasiados infortunios los que asaltan a estos pobres hombres, que ya llevan en si un oscuro drama, para que no pensemos que al realizador se le fue un poco la mano, en las tintas sombrías. Pero este defecto no es sólo de Bardem. Cuando te trata de dramatizar siempre los grades artistas españoles han caído en el exceso. El cuadro es, sin embargo, subyugante. La vida de los segadores en el angustiado vagar de un pueblo a otro y la índole agotadora de su esfuerzo, tienen suficientes elementos de emoción para hacer de «La venganza» un film apasionante; un film que rebasa la reducida zona del drama rural para revestir los grandiosos aspectos de un fenómeno social, ante el cual la anécdota primera se empequeñece. Y este gran fresco de la vida en Castilla ha sido iluminado por Bardem y sus colaboradores con los más brillantes alardes de destreza. Hay momentos en que la visión de la inmensa meseta, adormecida bajo el trigo maduro, es impresionante como lo es también la vigorosa mecánica que mueve a los personajes y que crea la atmósfera en que se desenvuelven. Una cámara singularmente sensible y un habilísimo empleo del color, ha cuajado efectos plásticos realmente sorprendentes. Junto a lo que tiene la película de alcance de sentido humano, frente a lo que es descripción de todo un medio social, el drama de Juan Díaz, su odio contra Luis el «Torcido», el gran salto psicológico de Andrea, la tierna hermana de Juan, nos parece aspectos baladíes de la película, casi puros pretextos que Bardem ha sabido explotar para hacer un film «de argumento», un sugestivo estudio de psicología y dé sociología, a través del cual nos transmite un mensaje de amor y una exhortación a la indulgencia a la fraternidad y al perdón. Esta vez la interpretación ha estado a la altura del propósito. Tanto Raf Vallone como Jorge Mistral están magnificos de expresión de vigor, de realidad. En cuanto a Carmen Sevilla, esta vez sin adornos ni trajes pintureros, hay que proclamar que se comporta con una gallardía, un sentido de lo dramático y una sobriedad realmente admirables. — A. MARTÍNEZ TOMAS



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