domingo, 23 de agosto de 2015

POR UN PUÑADO DE DOLARES (1965)

Día de estreno (25-11-1965) Día critica (27-11-1965)

«Todas las marcas de violencia han sido superadas». El «slogan» publicitario en esta ocasión no ha exagerado nada. Si a usted, amado lector, le gustan los films en los que se prodigan los asesinatos, los saqueos, los gestos de arrogancia, el matonismo, etc., no deje de ver esta película. Su repertorio de violencias satisfará todos sus gustos. En el pequeño pueblo mejicano, próximo a Río Bravo, en que transcurre la acción del film, no se puede ser más que millonario o cadáver. La alternativa es concluyente. Pero como el destino suele complicar las cosas con hiriente ironía, en esta historia, sólo se consigue llegar a cadáver. Los únicos supervivientes del pueblo después de las sangrienta serie de peripecias a las que se nos hace asistir, es el viejo dueño del destartalado bar y el sepulturero. El otro personaje que sobrevive a la matanza, lo abandona una vez consumado el exterminio. «Por un puñado de dólares» es una coproducción hispano-italo-germana. Como realización cinematográfica es bastante discreta. Hay que reconocer que el ambiente del «salvaje Oeste» ha sido reconstituido con el mismo vigor dramático con que pudieran haberlo hecho en Hollywood. También las asperezas de los escenarios naturales, su grandeza desnuda, la crueldad de la vida westerniana y el tipismo de los personajes, nada tiene que envidiar a los que nos vienen de Norteamérica. En este aspecto hay que reconocer que la película, aunque rodada en estudios y parajes europeos es un film del Oeste con toda la barba. La figura central de la historia es un norteamericano, hijo también del agitado «Far West», que cruzando la frontera, llega a un fronterizo pueblo mejicano que vive del contrabando, del pillaje y del crimen. La acción está situada, naturalmente, hacia el año 1860, período en el que estas cosas eran harto corrientes. El forastero no es tampoco, un ángel. Su propósito es estafar y burlar a los bandos rivales que se disputan el dominio del pueblo. Sólo que el pistolero ultrafronterizo tiene también su corazón, y a la vista de algunas de las tremendas fechorías que cometen las bandas enemigas —el dan de los Hermanos Rojo y el clan de los Baster— siente germinar en su espíritu un ansia justiciera que viene a convertirlo en una especie de Don Quijote del Oeste. Sólo que en lugar de la adarga y la lanza lo que esgrime es un «Colt». Su propósito desde que descubre aquel cúmulo de abominables injusticias, es el de enderezar entuertos y reparar agravios, y para llevar a cabo su tarea justiciera cuenta, sobre todo, con lo certero de su puntería. Puesto a clasificar esta película, podríamos decir de ella que es un «western social», en el que los «malos» son implacablemente suprimidos para que su exterminio sirva de, lección. Pero los procedimientos vindicativos no son, ciertamente, de los que están inscritos en ningún Código. Todo en la película es muy elemental desde el punto de vista de lo psicológico. En cambio, técnicamente se ha logrado un film muy aceptable. El principal protagonista, Clint Eastwood, es un actor que está muy en carácter. Desde luego, anima con vigor la figura de ese pistolero que se revela contra la barbarie y que viene a ser como un implacable instrumento de la inmanente justicia del destino. Marianne Kock tiene un papel breve pero lo anima con una gran fuerza dramática. Los numerosos tipos de forajidos que desfilan por el film tienen también una fuerza expresiva muy convincente. — A. MARTÍNEZ TOMAS
 


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