Día
de estreno (25-11-1965) Día critica (27-11-1965)
«Todas
las marcas de violencia han sido superadas». El «slogan»
publicitario en esta ocasión no ha exagerado nada. Si a usted, amado
lector, le gustan los films en los que se prodigan los asesinatos,
los saqueos, los gestos de arrogancia, el matonismo, etc., no deje de
ver esta película. Su repertorio de violencias satisfará todos sus
gustos. En el pequeño pueblo mejicano, próximo a Río Bravo, en que
transcurre la acción del film, no se puede ser más que millonario o
cadáver. La alternativa es concluyente. Pero como el destino suele
complicar las cosas con hiriente ironía, en esta historia, sólo se
consigue llegar a cadáver. Los únicos supervivientes del pueblo
después de las sangrienta serie de peripecias a las que se nos hace
asistir, es el viejo dueño del destartalado bar y el sepulturero. El
otro personaje que sobrevive a la matanza, lo abandona una vez
consumado el exterminio. «Por un puñado de dólares» es una
coproducción hispano-italo-germana. Como realización
cinematográfica es bastante discreta. Hay que reconocer que el
ambiente del «salvaje Oeste» ha sido reconstituido con el mismo
vigor dramático con que pudieran haberlo hecho en Hollywood. También
las asperezas de los escenarios naturales, su grandeza desnuda, la
crueldad de la vida westerniana y el tipismo de los personajes, nada
tiene que envidiar a los que nos vienen de Norteamérica. En este
aspecto hay que reconocer que la película, aunque rodada en estudios
y parajes europeos es un film del Oeste con toda la barba. La figura
central de la historia es un norteamericano, hijo también del
agitado «Far West», que cruzando la frontera, llega a un fronterizo
pueblo mejicano que vive del contrabando, del pillaje y del crimen.
La acción está situada, naturalmente, hacia el año 1860, período
en el que estas cosas eran harto corrientes. El forastero no es
tampoco, un ángel. Su propósito es estafar y burlar a los bandos
rivales que se disputan el dominio del pueblo. Sólo que el pistolero
ultrafronterizo tiene también su corazón, y a la vista de algunas
de las tremendas fechorías que cometen las bandas enemigas —el dan
de los Hermanos Rojo y el clan de los Baster— siente germinar en su
espíritu un ansia justiciera que viene a convertirlo en una especie
de Don Quijote del Oeste. Sólo que en lugar de la adarga y la lanza
lo que esgrime es un «Colt». Su propósito desde que descubre aquel
cúmulo de abominables injusticias, es el de enderezar entuertos y
reparar agravios, y para llevar a cabo su tarea justiciera cuenta,
sobre todo, con lo certero de su puntería. Puesto a clasificar esta
película, podríamos decir de ella que es un «western social», en
el que los «malos» son implacablemente suprimidos para que su
exterminio sirva de, lección. Pero los procedimientos vindicativos
no son, ciertamente, de los que están inscritos en ningún Código.
Todo en la película es muy elemental desde el punto de vista de lo
psicológico. En cambio, técnicamente se ha logrado un film muy
aceptable. El principal protagonista, Clint Eastwood, es un actor que
está muy en carácter. Desde luego, anima con vigor la figura de ese
pistolero que se revela contra la barbarie y que viene a ser como un
implacable instrumento de la inmanente justicia del destino. Marianne
Kock tiene un papel breve pero lo anima con una gran fuerza
dramática. Los numerosos tipos de forajidos que desfilan por el film
tienen también una fuerza expresiva muy convincente. — A. MARTÍNEZ
TOMAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario